EL CRONISTA (BUENOS AIRES, ARGENTINA) 18.05.2017
Por Nicolás Daher – En 2011, el colapso del sector nuclear nipón luego del accidente de la central Fukushima obligó a Japón a encontrar rápidamente un sustituto para generar energía eléctrica. Ante la falta de gasoductos que conectaran la isla con países productores de gas natural, todos los cañones apuntaron a importar gas natural licuado (GNL), por lo que se abocó a establecer acuerdos de importación – especialmente con Qatar- a largo plazo y por importantes volúmenes. De este modo, Japón se convirtió en el principal importador de GNL del mundo, puesto que mantiene el día de hoy -según la International Gas Union, representó el 34% de la demanda en 2016. Otros países de la región siguieron la misma estrategia. Es así que, según la Asociación Internacional de Importadores de GNL (GIIGNL), Asia representó el 73% de la demanda global de GNL en 2016, siendo Corea del Sur el segundo importador mundial con el 13,2% de la participación. Ahora bien, el año pasado, la empresa japonesa Jera (principal importadora de GNL del mundo) estableció un acuerdo con su par británica Centrica por el que la firma europea se compromete a comprarle los excedentes de GNL que tenga a partir de 2019. Por su lado, Kogas (Korean Gas, la segunda importadora de GNL del mundo) firmó un acuerdo similar con la francesa EDF Trading. En solo seis años, las dos principales importadoras de GNL del planeta se encontraron “sobre contratadas” y se vieron obligadas a reconvertirse en “exportadoras”. El mercado está mutando Sucede que la industria del gas natural está atravesando un proceso de transformación profundo. De ser un conglomerado de distintos hubs(nodos) geográficos con poca interrelación y distintos precios -por ejemplo, en los primeros meses de 2014, estaban en el orden de los 20 u$s/mbtu en el hub japonés, 10 u$s/mbtu en Europa y 5 u$s/mbtu en los Estados Unidos-, se está convirtiendo en una industria con similitudes a las de un commodity, en que el precio del producto a nivel mundial es uno solo y cada vez se hacen más contratos en el mercado spot. Sin ir más lejos, hacia finalesde2016, el precio en los hubs japonés y europeo había convergido cerca de los 5 u$s/mbtu, mientras que en los Estados Unidos se situó en torno a los 2,5 u$s/mbtu. Estos cambios se deben a la irrupción de nuevos oferentes, principalmente Australia (se espera que, dentro de dos años, se convierta en el mayor productor de GNL mundial, superando a Qatar) y los Estados Unidos, que están inundando el mercado. Según datos de Thomson Reuters, estos nuevos jugadores elevaron la capacidad instalada de GNL a más de 300 millones de toneladas anuales, mientras que el comercio global de GNL en todo 2016 fue de apenas 268 millones de toneladas. Lógicamente, esta sobreoferta tiene su impacto en los precios: desde 2014 hasta hoy estos cayeron más del 70% en Asia y aproximadamente el 50% en Europa. A la aparición de más volumen hay que sumarle una caída de la demanda en Japón (Bloomberg estima que esta caerá sostenidamente en los próximos cinco años, pasando de 85 millones de toneladas en 2016 a aproximadamente 60 millones de toneladas en 2030) y un estancamiento de la demanda sur coreana, generadas por un crecimiento económico menor al esperado, un incremento en el uso del carbón para generación eléctrica y una reactivación, aunque modesta, de la industria nuclear. Según Moody’s, esta situación de desbalance se mantendrá hasta mediados de los 2020s. En ese período, la oferta global de GNL va a haber aumentado un 44% respecto de los niveles de 2015, dado que los proyectos que hoy están siendo construidos en Australia, los Estados Unidos y Rusia van a estar operativos. Además, esta nueva oferta no va a poder ser absorbida por la demanda, dado que el incremento en China y la India no podrá compensar la caída en Japón y el estancamiento en Corea del Sur. Sin embargo, la agencia de ratingsestima que, a mediados de la próxima década, la demanda volverá a crecer mientras que la oferta se estancará, lo que le va a permitir al mercado llegar a un equilibrio. Esta estimación es compartida por la GIIGNL, que, en su reporte anual 2016, señala que, en la segunda mitad de la próxima década, el exceso de oferta va a ser absorbido por el aumento de la demanda derivado de los bajos precios. La asociación también proyecta un estancamiento en la producción de GNL, poniendo el foco en el escaso número de decisiones finales de inversión que tuvieron lugar en los últimos meses (solo una en Indonesia y otra en los Estados Unidos). Mirando al sur América del Sur, un territorio con recursos gasíferos propios e interconectada por gasoductos, y que siempre estuvo enfocada en lograr el auto-abastecimiento y la integración regional, optó por mantenerse aislada del mercado global del gas. Sin embargo, desde que recibió su primer barco extra regional de GNL en 2008, las importaciones no han parado de crecer. A pesar de que representa menos del 5% del mercado global de GNL, el Instituto de Estudios Energéticos de la Universidad de Oxford le asigna un lugar de relevancia en el futuro del mercado mundial de gas. Según el organismo, la región pasó de importar 0,4 millones de toneladas en 2008 a 13 millones de toneladas en 2015. Para 2030, distintos escenarios muestran un potencial de 14,3millonesde toneladas anuales de importación de GNL. En un mercado con precios históricamente bajos y una intensa competencia en el lado de la oferta, que aumente la demanda regional por GNL es una consecuencia lógica. Pero, para poder materializar ese aumento va a ser necesaria una importante inversión en infraestructura. Ejemplo: dado que el gas llega en estado líquido en barco, es necesario regasificarlo. Para desarrollar el sector, Japón construyó 28 plantas regasificadoras y Corea del Sur, siete. En toda América del Sur hay ocho (dos en la Argentina). Dada la situación de sobre contratación que están atravesando Japón y Corea del Sur -y las restricciones presupuestarias locales-, es probable que los gobiernos de la región sean muy precavidos a la hora de invertir lo necesario para poder importar GNL a gran escala, aunque la recompensa de gas barato y abundante sea tentadora.
LA TERCERA (SANTIAGO, CHILE) 25.04.2017
El 31 de marzo, la central geotérmica Cerro Pabellón, de la multinacional Enel Green Power y la Empresa Nacional de Energía (Enap), inyectó su primer kilowatt al SING, desde Pampa Apacheta, Región de Antofagasta. La central, con una potencia de 24 MW (la mitad de su potencia total), es la primera de su tipo en Sudamérica, en un país cuyo potencial geotérmico es “ilimitado”, dice Diego Morata, investigador del Centro de Excelencia en Geotermia de Los Andes (Cega); “desde el pueblo más al norte hasta el extremo sur de Magallanes”, agrega. La energía geotérmica es una de las llamadas “renovables no convencionales” (ERNC), sigla que también agrupa a la energía solar, eólica, mareomotriz y pequeñas centrales hidráulicas. Todas contaminan menos que las fuentes convencionales, como el carbón o el diésel, por lo que son claves en la estrategia para disminuir la emisión de CO2, pero son también más caras, aunque cada vez más competitivas. Tanto, que en tres años se ha más que duplicado su presencia en Chile. “Cuando partió el gobierno de la Presidenta Bachelet, en marzo de 2014, solo contábamos con 7% de energías renovables no convencionales en la matriz, y hoy, a marzo de 2017, hemos duplicado la cifra alcanzado el 17% (incluyendo centrales de prueba)”, dice Andrés Rebolledo, ministro de Energía. La baja del precio de la tecnología e iniciativas del gobierno (como la Agenda de Energía) han contribuido al alza. Según Enel, desde 2009 los paneles solares han disminuido su costo en 90%, mientras que en las instalaciones eólicas la baja llega a 50%. La energía solar es la más consolidada. Según la Comisión Nacional de Energía (CNE), a febrero, el 76% de los proyectos de generación con ERNC en construcción son solares fotovoltaicos.Ya son el 5% de la capacidad instalada en el Sistema Interconectado Central (SIC). “Las renovables han demostrado ser no solo técnica y económicamente viables, sino además competitivas, y pueden convivir armónicamente con los entornos en donde están instaladas”, dicen en Enel Green Power, cuya producción en Chile es 100% renovable no convencional, ayudando a que el 55% de la capacidad instalada de Enel Chile venga de una fuente renovable, aunque de ella mayoritariamente es hidroeléctrica. Carlos Finat, director ejecutivo de la Asociación Chilena de Energías Renovables (Acera) -creada en 2003-, dice que solo en los últimos cinco años han visto un desarrollo masivo del sector, debido, en parte, a la apertura normativa que ha permitido “emparejar la cancha” para que las ERNC puedan competir con las tecnologías convencionales; pero también a la significativa baja de los costos de inversión de estas tecnologías, y a la calidad y cantidad de recursos ERNC que tiene el país. Con todo, permanecen algunas barreras, como la falta de capacidad del sistema de transmisión y la inflexibilidad de las centrales convencionales para adaptarse al régimen de operación que requieren las ERNC variables, dice, pero asegura que las metas autoimpuestas por el gobierno (20% a 2025 y 60% a 2035) son posibles y que incluso se podría alcanzar “un 100% de energía renovable al año 2050”. El ministro de Energía comparte el optimismo. “Hoy contamos con casi 4.000 MW de ERNC en operación comercial o en prueba, y superamos con creces la cuota legalmente establecida para este año. Muy probablemente a principios de la próxima década alcanzaremos el 20% establecido para 2025 en la legislación”, dice.