16.01.2018 – CLARÍN (BUENOS AIRES, ARGENTINA)
Alcadio Oña – Empujado sobre todo por el recorte en la producción de la OPEP y por los menores stocks acumulados en Estados Unidos, el precio internacional del petróleo alcanzó estos días los registros más altos en tres años. Y ha subido cerca del 30% desde comienzos de 2017. Según como se la mire, una buena noticia y varias noticias preocupantes a la vez. El lado si se quiere bueno del rally es que un barril a 64/69 dólares puede resultar un potente aliciente para que las compañías incorporen nuevos pozos de explotación, después de reducirlos notoriamente durante los últimos meses. Y también que estimule inversiones tanto en Vaca Muerta como en energías alternativas. Un costado favorable añadido sería remontar la producción perdida el año pasado: el 6,4% entre enero y noviembre, según datos privados
tomados de fuentes oficiales. Otro, que la mayor actividad pueda poner fin a la ola de despidos en la industria petrolera o, mejor aún, que sirva para recuperar fuentes de trabajo bloqueadas. En el medio flotan inquietantes conflictos gremiales e inquietantes efectos sobre las economías involucradas. También de acuerdo al lugar que cada cual ocupe detrás del mostrador resulta el signo de otras noticias que acompañan al salto que pegó la cotización del crudo. Es el caso del nuevo aumento en el precio de los combustibles que ya comenzó a instalarse en el mercado. Liberado desde el primero de octubre, la mezcla de petróleo más caro y suba del dólar justificaría el ajuste que impulsan las compañías productoras y su traslado desde las refinadoras a las estaciones de servicio.
El ministro de Energía, Juan José Aran- guren avala la movida, pero choca contra el planteo de otros funcionarios que pisan fuerte y han colocado la lupa en el impacto inflacionario. Un 6%, como dice el número que empezó a circular, se agregaría a la batería de incrementos en la electricidad, el gas, los transportes, el agua y a otros que aparecen el horizonte cercano. En cálculos de algunas consultoras, la suma de todas las partes podría derivar en una inflación del 7,5 al 8% al cabo del primer cuatrimestre. O sea, la mitad de la pauta anual que acaba de fijar el Gobierno. Eso es finalmente lo que hay en juego, aunque las petroleras aleguen que ni la devaluació n ni la trepada del precio internac io na l son culpa suya. Y junto a eso asomó la posibilidad de que mediara la decisión política de intervenir y de ponerle cierto marco a los aumentos. En los hechos, que las compañías absorban al menos parte de los movimientos. Desde el sector minimizan los coletazos sobre el consumo interno, basándose en estadísticas muy recientes. Dicen que pese a los aumentos, entre enero y noviembre la demanda de nafta súper creció 3,5%; un 20,3% la de premium, que hoy representa un tercio del total, y 5,2% la de gasoil. Traducido: el mercado tiene con qué bancarse las subas.
Dependencia de la energía importada, se llama un costo que corre parejo al mismo fenómeno. Además de los combustibles, dependencia del gas natural y del gas natural licuado que la Argentina tampoco produce en vo- lúmenes acomodados a sus necesidades o redondamente no produce. Según las últimas cifras del INDEC, durante los primeros once meses del año pasado el déficit del intercambio comercial energético ascendió a US$ 3. 124 millones, contra US$ 2. 911 millones del mismo período de 2016. Las importaciones aumentaron 12%, pero en noviembre pegaron un brinco nada menos que del 45%, reflejando de lleno la escalada del precio internacional. Para mayor abundancia, la cotización en el mercado de futuros del crudo anota valores bastante superiores a los que hubo de mayo a julio pasados. Si prefiere, describe nubarrones intensos a muy corto plazo. Nada existe aquí que no sea pariente de la caída en la producción interna de gas y petróleo, ni de la crisis energética amasada a lo largo de la larga era kirchnerista. Causa y consecuencia: no bien la actividad económica repunta recrudece la dependencia exterior. Proyecciones de expertos privados ya descuentan, para este invierno, un incremento del 20% en las importaciones respecto de las cuentas del último invierno. Algunos de ellos han empezado a estimar, además, cuál sería la factura fiscal que surge del nuevo escenario energético y cómo podría cubrirla el Ministerio de Hacienda. Aunque suene a arriesgar demasiado, piensan en correcciones a las tarifas de luz y gas por arriba de las previstas. Otro registro de este noticiero también quita más de lo que suma. Así las exportaciones del complejo sojero resulten tres o cuatro veces mayores a las compras de insumos energéticos, el punto es que la mejora de sus cotizaciones ni siquiera se aproxima a la que acumuló el petróleo. por donde se mire hay dólares. Y dólares que el país no genera en la magnitud que precisa, como lo prueba el saldo del balance comercial completo: el año pasado habría cerrado con un rojo cercano a US$ 9. 000 millones y en 2018 podría rondar US$ 10. 000 millones. Obvio de toda obviedad, si algún ahorro es posible ese ahorro no está en las divisas de las importaciones energéticas.